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No han pasado desapercibidos en los medios (y entre las personas de cierta edad) los paralelismos entre la evacuación del aeropuerto de Kabul en agosto de 2021 y las escenas vividas en la Caída de Saigón en 1975.

Incendios, tiroteos, terror en las calles, multitudes intentando subir a transportes aéreos y marinos, personas precipitadas desde helicópteros en trayectoria de colisión, máquinas aéreas arrojadas desde las cubiertas de atestados portaaviones, para dejar sitio a más vuelos...

El retorno talibán al poder ha cogido a Occidente con el pie cambiado, tras veinte años de ocupación militar. Parece como viajar en un máquina del tiempo, a los inicios de la Global War on Terror. Por desgracia, el prólogo se escribió hace dos décadas y es el epílogo lo que se está esbozando ahora.


No se trata de buscar culpables, sino de diseñar soluciones, seguramente diplomáticas, que honren las vidas perdidas y los tremendos sufrimientos provocados. 

Atendiendo a cuestiones históricas, podemos comprobar facilmente que Afganistan ha constituido un estado bisagra, codiciado por super potencias desde 1978.

El cine y la literatura nos han dado muestras de la ocupación soviética y la tenaz resistencia afgana. La magnífica novela de Ken Follet El valle de los leones de 1986 o la dedicatoria final del blockbuster Rambo III (1988) bucean en la colaboración de la CIA con los guerrilleros muyahidines.

 

¿Cómo afectará la nueva situación a sus sufridos habitantes?¿Serán depurados los colaboracionistas occidentales?¿Se perderán los derechos sociales promulgados por los gobiernos pro occidentales? ¿Se volverá a los tiempos de las regiones tribales y los señores de la guerra? ¿Y cómo afectará al terrorismo internacional?

Desde los gobiernos se comienza a advertir de posibles atentados durante la evacuación.

Es bien sabido que Daesh y los talibanes son rivales políticos. ¿La victoria en Afganistán dará nuevo fuelle a los defensores del califato? ¿Volverán los campos de entrenamiento terrorista?¿Cómo se desarrollará la ulterior guerra mediática en la que sabemos que Daesh son maestros en cantidad y calidad (ver posts anteriores) ?


La imagen mítica del último helicóptero que abandonó Saigón, desde una azotea, debe hacernos reflexionar acerca de esas personas que se quedaron en la escalera de acceso.

Esperemos que esta no sea la cruel 

metáfora del destino de un gran país de cuarenta millones de habitantes.

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