Los muertos cabalgan deprisa III
4. El tratado de Augustin Calmet y su impacto
"Traité sur les apparitions des esprits, et sur les vampires, ou les revenans de Hongrie, de Moravie, &c."
Este título en francés se traduce como "Tratado sobre las apariciones de los espíritus y sobre los vampiros, o los revenants de Hungría, de Moravia, etc". Fue publicado en dos tomos en París en 1751, aunque Calmet tenía una versión anterior en 1749 que corregía y aumentaba. En este tratado se abordan fenómenos sobrenaturales, incluyendo apariciones, y, específicamente el fenómeno del vampirismo en Europa del Este. Es una obra pionera y fundamental en la vampirología, que recopiló testimonios y relatos sobre estos seres.
Entrevista a Dom Augustin Calmet sobre su Tratado (per IA)
Agustín Calmet (1672-1757) fue un monje benedictino francés, experto en exégesis bíblica. Su obra más destacada es el extenso "Comentario literal sobre todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento". También escribió sobre fenómenos sobrenaturales, influyendo en la difusión del mito del vampiro. A pesar de ser ofrecido el cargo de obispo, lo rechazó por humildad y dedicó su vida a la enseñanza y la investigación.
Nota: Las preguntas y respuestas están elaboradas con base en el enfoque y los argumentos sostenidos por Calmet en su obra, haciendo especial hincapié en las fuentes y elementos tratados por el propio autor.
“La superstición debe ser combatida con la luz de la razón y la fe verdadera, sin olvidar jamás que el buen estudioso primero investiga antes de juzgar.”
1. ¿Qué le llevó, Dom Calmet, a dedicar un tratado entero al fenómeno de los vampiros?
En mi época, el asombro popular ante los relatos de vampiros alcanzó tal magnitud en Europa central que no sólo los campesinos o gentes sencillas, sino también jueces, soldados y hasta clérigos daban fe de estos testimonios. Como monje y estudioso, sentí la obligación de indagar y presentar los casos documentados, analizarlos con detenimiento y brindar a los lectores una visión equilibrada que respetase tanto la piedad cristiana como la razón ilustrada. Mi meta era aclarar si tales apariciones eran posibles y si la doctrina cristiana tenía algo que decir al respecto.
2. ¿Cómo define usted el “vampiro” y en qué se diferencia de otros aparecidos o espectros que describe en su tratado?
El vampiro, según la documentación que recopilé, es un cadáver que, tras ser enterrado, aparenta regresar del sepulcro para atormentar, succionar la sangre o causar la muerte a los vivos. Esto lo distingue de los simples espectros, apariciones o demonios, habituales en la literatura teológica y folklórica, por la materialidad de las acciones y las huellas físicas presentadas (cadáveres incorruptos, sangrantes, etc.). Fue mi empeño separar estas categorías y advertir sobre sus orígenes, frecuentemente vinculados a errores, enfermedades o interpretaciones populares exageradas.
3. ¿Puede comentar un caso documentado en su tratado que considere particularmente emblemático del fenómeno?
Destacaría el caso investigado por el oficial Juan Gil de Cabrera en la frontera húngara. Dicho caballero realizó, a petición de sus superiores, una operación tanto científica como administrativa: recogió testimonios, exhumó cadáveres y aplicó los rituales locales para acabar con el supuesto mal. Consideré importante incluirlo porque ilustra la tensión entre el miedo popular y la intervención racional de la autoridad, así como la dificultad de probar objetivamente la existencia de los vampiros.
4. ¿De qué manera analiza usted las explicaciones posibles para estos fenómenos desde el punto de vista de la medicina y la teología?
Procedí con escepticismo y prudencia, considerando que muchos signos atribuidos al vampirismo pueden explicarse por causas naturales: los procesos inherentes a la descomposición de los cuerpos, enfermedades como la rabia, la peste y la porfiria, así como sepulturas apresuradas que llevaron a enterrar vivos por error. Como teólogo, afirmé además que la doctrina cristiana no admite la resurrección sin la intervención directa de Dios, y que es deber del hombre proteger la fe verdadera combatiendo la superstición.
5. ¿Cuál fue la recepción de su obra entre los ilustrados y teólogos de su época?
Mi tratado suscitó un amplio debate. Filósofos y eruditos como Voltaire y Benito Feijoo discutieron mis argumentos, unos alabando el rigor de la documentación, otros tildando de ingenua tal recopilación de prodigios. Respondí que, si bien me mostré escéptico en la mayoría de los casos, no debía descartar nada de plano sin antes analizarlo, pues el deber del estudioso es aportar luz allí donde otros sólo ven tinieblas y miedos.
6. ¿Cree que existe algún sentido moral, social o psicológico en la persistencia del mito del vampiro?
Sin duda. El mito del vampiro cumple funciones de advertencia, sirve para explicar lo inexplicable en tiempos de epidemias y muerte colectiva, y canaliza el terror ancestral a la muerte y lo desconocido. Además, como pastor, reconozco que la superstición puede ser peligrosa si alimenta el temor irracional y socava la fe; por ello insto siempre a la prudencia, la catequesis y el uso de la razón junto a la tradición.
7. Comparativa: ¿Cómo valora usted su propio enfoque respecto al del padre Marin Mersenne?
El padre Marin Mersenne, como yo, fue monje y erudito, y centralizó muchos saberes en su tiempo, especialmente en física y matemáticas. Su método se fundamentó en la observación y en la correspondencia entre sabios, buscando siempre la verificación empírica. Yo, en mi tratado, empleé también el análisis racional y busqué reunir todos los testimonios posibles; sin embargo, mi campo fue más orientado a la historia y la teología. Ambos compartimos el afán de someter el asombro y los rumores al escrutinio de la razón, aunque nuestras áreas de interés y métodos exactos difieren. Mersenne estudió la naturaleza para acercarla al conocimiento colectivo, mientras yo exploré los límites de la credulidad y la piedad popular para proteger la fe y la salud pública.
8. Finalmente, ¿qué consejo dejaría a los lectores modernos que se aproximan a su tratado?
Mi deseo es que lea el público con espíritu crítico y mente abierta. Que distinga entre el relato sensacionalista y la verdadera enseñanza que persigue mi obra: la búsqueda de la verdad, el respeto a la fe y la razón y la necesidad de no dejarse vencer por temores injustificados. El vampiro es reflejo de ansiedades colectivas y de la fascinación humana por el misterio; aprender de ello contribuye tanto al saber como a la serenidad del espíritu.
En el próximo post hablaremos de las intervenciones de caza de vampiros del Conde Juan Gil de Cabrera.
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