Mártires. Hacking de bases de datos científicos 2.

 
En el anterior artículo de la serie, habíamos cerrado con la imagen del formulario de logueo de una BBDD científica; y con el triste destino del malogrado Aaron Swartz.

También comentamos el fácil acceso a éste tipo de BBDD. Un par de capítulos de un libro como éste y cualquiera podría entrar como Pedro por su casa.

Enlace al libro


Aaron no buscaba esa simpleza. Recordemos que cualquier estudiante o investigador asociado a una Universidad puede consultar esas BBDD gracias a las millonadas que el estado paga a las editoriales. 

No quiere decir que no se lo ganen, aunque sus poderosos lobbys (grupos de presión), den la batalla para evitar cualquier legislación que les perjudique lo más mínimo.


En 2011 comenzó el calvario de Swartz. Por aquel entonces ya era un destacadísimo programador, escritor, empresario y activista político, con resonados éxitos en todos esos campos.

El documental "La historia de Aaron Swartz, el hijo de internet", recoge su increible trayectoria profesional.

Creó un script en Python con el que descargó cerca de 5 millones de artículos y documentos de la BBDD de JSTOR.
La empresa prefirió llegar a un acuerdo con Aaron, pero la fiscalía federal fue a por todas, solicitando una pena máxima de 35 años y una multa millonaria.

Bien por el estrés sufrido por la acusación, bien por una depresión que arrastraba desde tiempo atrás; Swartz se suicidó a principios de 2013. En el video podemos escuchar a su pareja, en su memorial.



En otras ocasiones hemos comentado la gran diferencia que existe (aunque todos entren en el campo de la ilegalidad) entre un desarrollador de malware o un pirata informático con ánimo de lucro y un hacktivista. 

Sin que el hacktivismo justifique en ningún caso el daño a equipos, la paralización de actividades o la filtración de datos que puedan afectar la seguridad de las personas.

Aún así, muchos aplauden determinadas campañas de Anonymous, disfrutan cuando se descubre la venta de malware a gobiernos, por parte de empresas legales, o llegan a los medios filtraciones de blanqueo de capital, de líderes políticos y personajes públicos. 

No olvidemos que siempre existen daños colaterales. Lo triste es que dependamos de insiders o hacktivistas para descubrir cosas que debería investigar la justicia.

En la próxima entrega hablaremos de otra activista anti monopolio de BBDD científicas,  Alexandra Elbakyan. Neurocientífica y programadora. Su web Sci Hub, cien veces cerrada y vuelta a abrir, constituye la bahía pirata de los investigadores. 

Los tribunales americanos condenaron a Alexandra a pagar 15 millones de dólares por infracción de derechos de auto. Veremos su caso en breve.







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