Cita con la Historia . 09. Primer contacto.

 


Víctor se colocó el casco textil con los sensores inalámbricos. Unas minúsculas descargas eléctricas, como un cosquilleo en el cráneo de Víctor, guiaron las diestras manos de Daniel, hasta hacer coincidir la imagen real con la virtual, en sus gafas RX.

Alcanzado el ajuste fino, y sincronizado el multiplexor neural, el profesor entregó una imagen impresa a Víctor. Correspondía a una ajada fotografía de 1936, de un hombre de unos veinte años, con ropa de época, en la madrileña Gran Vía.


Víctor recorrió la granulada instantánea con sus ojos, durante diez minutos, se concentró en su respiración, cerró los ojos e intentó proyectar lo visto en una pantalla imaginaria.

Mayte denegó con la cabeza, la imagen generada por el algoritmo que "leía la mente" de Víctor, no era lo bastante nítida.

Concéntrate en los olores, Víctor.

—Huele a polvo, a humo, un olor áspero.

—¿Qué temperatura hace?

—No hace frío. Él me dice que hace demasiado calor para la época. En Alemania hace mucho más frío.

—¿Es alemán? ¿Cómo entró a España? ¿Cuándo llegó?

Mayte mostró el gesto del pulgar arriba.

—Imagen perfecta —anunció. — Es de lo mejor que he visto nunca.

­—Gracias Mayte. Soy alemán, me dice. En mi país no puedo luchar contra la opresión. Vengo a España a combatir contra los que están avasallando a mi pueblo.

—¿Dé dónde es, Victor? —interrogó Daniel.

 —Frankf...Berl...¡No, Munich! es de Munich.

 El profesor García, asintió, impresionado.

 —Quiere enseñarme algo. Me elevo, me elevo, hay viento en altura, quizás se avecina tormenta.

—Déjate llevar, describe lo que ves.

 —Es Madrid, lo veo como una maqueta, el viento me desplaza con rapidez. Un edificio se recorta en el horizonte. Tiene cuatro torres. ¿Una iglesia? Es una iglesia, pero algo más…

 Las torres tienen estandartes. Símbolos rojos, como rosas o...estrellas.

 El profesor asentía a Daniel, extasiado.

 —Es un hospital. De hospital a hospital, me dice. Le han herido en un hospital. Pero no un hospital en uso. Este sí, lleva muchos años. Hay enfermeras caribeñas, italianas, españolas... Son muy amables y bonitas. Le gustan mucho. Son voluntarias, como él. Antes había...monjas

 —Pídele que te hable del hospital donde le han herido.

 

—Parece ser  que los africanos consiguieron improvisar una pasarela al norte del puente de los Franceses, burlando nuestras ametralladoras —relataba en alemán un paciente con pijama de rayas y la cabeza vendada.

"Amigo, no sabes bien lo que entró por la brecha. Escalaron las colinas de la Universitaria como posesos y se adueñaron de varias facultades. La situación es muy difícil en el Hospital Clínico. Bombardeo y cañoneo durante horas y horas. Los moros y los legionarios son gente muy curtida. Les metemos bombas por los huecos de los ascensores, picamos las paredes para avanzar de sala a sala y disparamos a todo bicho viviente, pero tenemos innumerables bajas y sus pacos desde las azoteas son mortales. No vemos forma de desalojarles y al ser brigadas mixtas muy heterogéneas las órdenes no son lo bastante fluidas —informaba el suboficial del batallón Thaelmann, en el Hospital de Maudes.— Además, algunos españoles se desmoralizan enseguida —añadió en voz baja.


"Me han hablado de que Margarita Nelken, Federica Montseny y Pasionaria arengaban la semana pasada. Pero este frente es muy jodido. No creo que permitan a los políticos acercarse. Veo más factible que militares como Miaja vuelvan a visitar la primera línea.

"Los anarquistas siempre están diciendo que va a llegar Durruti en cualquier momento, pero por la zona del Clínico, donde me hirieron, no le he visto."

 —Debemos controlar la generación de catabolitos neuronales. Aconsejo que vayan cerrando la sesión —intervino Mayte.

 —El profesor García miró a Daniel con expresión compungida. Nunca un historiador podía recibir el testimonio directo de un personaje de la historia, más allá de las páginas de un libro.

 

 

—¿Cómo definirías tu relación con Sandra? ­—preguntó el profesor —¿Te consideras un mentor?

—Sí, creo que ese es el término adecuado. Aunque ella me ha superado en muchos aspectos.

—Tú eres el visionario senior, la segunda generación de pioneros tras Daniel. El ideólogo de los neuro manipuladores…

—En realidad la idea surgió de forma inesperada. Un día vi en una tienda de material artístico un maniquí anatómico. Me dije que aquel liviano elemento podría viajar en cualquier diminuta sonda espacial y llegar a lo más remoto del Sistema Solar. En la Tierra ya se podían controlar máquinas e instrumentación mediante interfases Elbakyan.

"¿Seríamos los visionarios remotos capaces de conectar con esos maniquíes, quizás incluso burlando el retardo en la señal de radio?

—Tu idea fue una auténtica genialidad. No me extraña que ella te admire tanto.

—Por desgracia, la idea, las investigaciones y todo nuestro trabajo no se pueden hacer públicos.

—Los resultados redundarán en beneficio de toda la humanidad.

—Me preocupa la deriva del proyecto. La ambición, aún de conocimiento, puede resultar letal.

—Háblame de las exploraciones en rover por los majestuosos páramos marcianos.

—En ocasiones pilotábamos sendos rovers a través de increíbles paisajes desérticos. Los neuromanipuladores están equipados con unas microcámaras y unos diminutos sensores, pero permiten manejar toda la instrumentación de los vehículos. Es una sensación onírica, como de omnipresencia. Poderosas cámaras trabajando en distintos espectros, imágenes satelitales, anenómetros, termómetros, brazos robot...

—Los finales de jornada debían ser memorables.

—En efecto. Es una experiencia que puede llenar toda tu vida. No me extraña que Daniel llorase de emoción cuando viajó a Acantilado Kuiper.

 

—¿Por qué lo dejaste? ¿No pudiste superar el accidente?

—Nos creíamos intocables, viajando mentalmente a millones de kilómetros. Por desgracia la naturaleza no solo ha decretado la generación de catabolitos y los periodos refractarios; esa experiencia que llena tu vida también puede quitártela en dolorosa agonía.

 

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