Bienvenido a nuestra web de alta seguridad 😂


Me ha sucedido una situación bastante hilarante relacionada con ciberseguridad.
Podría contarla en tres frases, pero hoy me apetece novelarla, a la americana, como El huevo del cuco o Takedown.
 Para ello utilizaré un estilo a caballo de la pomposa solemnidad de Shimomura y la vena gamberra e iconoclasta de Stoll.
 Escena 1. Vivienda. Interior/día
El bloguero se encuentra en su escritorio frente
a dos monitores. Consulta un número de teléfono en la pantalla grande. Sobre la pequeña se observa el buscador oscuro Shodan, con una serie de crípticos datos desplegados bajo un mapa satélite del centro de Madrid.
Durante unos minutos suena una musiquilla y una voz sintética anuncia:
-Nuestros operadores se encuentran ocupados, permanezca a la escucha.
El bloguero teclea frenéticamente, quiere confirmar que el número marcado pertenece a Huesca y no a Nigeria o Costa de Marfil.
Cuelga con expresión contrariada. Vuelve a maximizar el portal de compras en la pantalla principal. El último paso para finalizar la transacción no se puede realizar. La preocupante info obtenida en Shodan, vuelve a reclamar su atención. Se toca la nariz.
Escena 2.  Rocódromo. Exterior/día 1 h más tarde.
El escalador intenta equilibrar su peso sobre los pies de gato, apoyados en dos escuetas presas. La pared es vertical, con un ligero desplome. El ácido láctico se acumula rápidamente en sus antebrazos. Si no sale de esa posición en un par de segundos, la gravedad se cobrara su tributo.

Estira una pierna hacia un agujero de drenaje en la pared de hormigon. ¡Imposible! No cabe la puntera de los pies de gato. Los paseantes de perros le miran con curiosidad, su postura es muy peliculera aunque totalmente inestable.

El móvil suena en el interior de su mochila. Sus dedos agarrotados resbalan y el escalador cae. En escalada lo fundamental es no precipitarse.
En la elevada caída, de cuarenta centímetros, golpea una litrona de cerveza abandonada sobre el contrafuerte de cemento. La botella cae unos veinte centímetros al suelo y se hace pedazos.
 - ¡Malditos rocódromos urbanos! -masculla el escalador. El teléfono sigue sonando.
El escalador lanza varios juramentos en arameo respecto a la hiperconectividad.
Mira sus manos cubiertas de polvo de magnesio (para favorecer el agarre de las presas) mientras patea con cuidado los cristales rotos hacia una zanja. Los dueños de perros morbosean la escena con sus miradas.
Se limpia el magnesio como puede en los faldones de la camiseta. Abre la cremallera del bolsillo de la mochila con dos dedos. Vuelve a limpiarse antes de tomar el vibrante smartphone y manipularle torpemente con la base de la mano. Finalmente no puede evitar plantar un buen pegote de magnesio sobre la pantalla.
-¡Malditas pantallas táctiles!

-Buenos días. Soy de la empresa XXX. Tenemos una llamada suya -dice la aterciopelada voz femenina.
-Sí. Es que estaba realizando un pedido y no podía continuar. Pero luego he cambiado de navegador y he completado el proceso.
Tras unas frases de agradable parloteo con la musical voz se produjeron las despedidas.

-...nuestra web es de alta seguridad. Ha sido un placer atenderle.
El bloguero escalador cambió la cara, sus ojos adquirieron una expresión entre la muñeca Anabelle y la niña de El Exorcista.
-¿Web de alta seguridad? ¡Mis c....nes 33!¡Menos mal que he comprado contra reembolso?
Los asustados runners y paseantes se alejaron sibilinamente del enajenado escalador de manos blancas.

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